miércoles, 24 de septiembre de 2014

Canto XIX de la Ilíada. Fragmento


Ya que todos los aqueos
se habían agrupado, entre ellos
levantándose Aquiles,
el de los pies ligeros, así dijo:
«Atrida, ¿realmente ha resultado
en algo esto mejor para nosotros,
para los dos entrambos,
para ti y para mí, cuando uno y otro,
afligidos en nuestro corazón,
nos irritamos por una muchacha
en reyerta devoradora del alma? [...]
Para Héctor y para los troyanos
fue esto, en verdad, más provechoso;
opino, empero, que habrán de acordarse
los aqueos de esta nuestra reyerta,
tuya y mía, durante largo tiempo.
Pero dejemos eso que ha sido
concluido definitivamente;
aunque nos pese, nuestro corazón
por la fuerza domando en nuestro pecho;
ahora, de verdad, voy yo aplacando
mi cólera, pues a mí no me es
preciso, en absoluto,
siempre estar furioso
con seca obstinación;
mas, ¡ea!, a toda prisa
a la guerra incita a los aqueos
de intonsa cabellera en sus cabezas,
para que aún, como antes también,
pruebe yo a los teucros,
llegando frente a ellos,
a ver si tienen ganas todavía
de pernoctar cabe nuestros bajeles;
más bien creo que alguno que otro de ellos
ha de doblar con gusto la rodilla
si logra escapar de la feroz
batalla perseguido por mi lanza».
Así dijo, y ellos se alegraron,
los aqueos de hermosas canilleras,
de que hubiera su cólera depuesto
el hijo del magnánimo Peleo.


Ilíada, Canto XIX, 56-75
(traducción de A. L. Eire)

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